La vida cotidiana en las ciudades se estructura en torno a elementos altamente subjetivos que impregnan el espacio urbano de emociones, recuerdos, fantasías, proyecciones, que emana de la vida en común y del intenso inercambio comunicacional en las metrópolis. Así la ciudad imaginada se superpone a la ciudad física, como dice Silva "lo imaginario se vuelve màs real que lo real" y esto se pone en evidencia en que los imaginarios no son construcciones únicamente mentales sino que "encarnan" en prácticas y usos concretos de la ciudad. Un ejemplo en torno a perepciones e imaginarios està en la calificación del olor de la ciudad