viernes, 18 de enero de 2019

Tema 1. Sociabilidad urbana. Una lectura antropológica
Sesión 4. Anonimato y vínculos precarios. Tensiones de la vida pública

La tradición de la Escuela de Chicago divulgó la interpretación de lo urbano a partir de las relaciones entre extraños. A partir de aquí el anonimato, los vínculos precarios, la indiferencia mutua, las relaciones impersonales, los intercambios racionalizados y contractuales han sido uno de los focos de interés para una forma de antropología interesada en desbordar el canon antropológico de la coherencia entre territorio, grupo humano y una matriz cultural común. El objetivo de la sesión es identificar la trayectoria del flujo de ideas respecto a la vida pública como eje distintivo de la vida urbana y analizar críticamente tanto su expresión histórica en las metrópolis nacientes, como la posibilidad futura de la capacidad de vivir entre extraños.


23 comentarios:

  1. En mi opinión, la descripción y reflexión etnográfica de la experiencia y el espectáculo del metro parisino, que hace Augé, describe, explica o es extrapolable a cualquier experiencia en el transporte masivo metropolitano. Quito aun no tiene metro, y aunque los buses permiten evadir las miradas de los otros pasajeros gracias a las ventanas y el paisaje al contrario de lo que puede ocurrir en un metro, el bus es tan propicio como el metro para esta experiencia objetivo-subjetiva de la que habla Augé.

    A partir de ahí quiero preguntar lo siguiente: usando un breve relato de su experiencia subjetiva ¿es el viaje en transporte masivo un hecho social total para ustedes? Es más, ¿podría ser el viajar en bus (transporte masivo) una experiencia total del mundo o espacio social?

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    1. El transporte masivo, en el caso del bus, nos lleva a pensar en 3 actores: el sujeto que se moviliza, el espacio público que es el escenario donde se ejecuta –el bus-, la ciudad- el territorio sobre el cual actúa.
      La experiencia de ir de un punto A, a un punto B, manifiesta la riqueza de la rutina de los sujetos, enriqueciendo lo conocido y lo diferente en cada viaje.
      Cada nuevo recorrido se convierte en una experiencia para el sujeto, pero esta experiencia tiene un carácter de individualidad la mayor parte del tiempo. Las normas sociales y actitudes que tomamos como sujetos en el uso del espacio público, nos llevan a desenvolvernos bajo parámetros socialmente aceptados, que respetan el espacio de uso, el territorio, el envoltorio y las fronteras territoriales del individuo. Goffman nos habla de esto en su teoría, al llevarnos a analizar cada una de las acciones del individuo que lo llevan a delimitar su existencia material y la de otros que son cercanos a él.
      Manuel Delgado por otra parte, nos ayuda a verlo desde el anonimato que imponen las dinámicas urbanas en la ciudad, cambiando la posición del yo, por el todos. Pero es el todo anónimo el que configura estas dinámicas. Viajamos acompañados por personas, pero a la vez desconocemos quien son, y ellos desconocen nuestro ser. La iteración de encuentros entre “viajeros”, no garantiza despojarse del anonimato, por el contrario, este mismo anonimato en el espacio público permite el excusarse de una interacción social.
      En el caso de Quito, no creo que viajar en bus sea una experiencia total de mundo, pero si una lectura rica en el comportamiento de un espacio “publico-cotidiano”, que nos puede llegar a permitir entender las dinámicas del comportamiento de los sujetos en un contexto urbano.

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    2. La experiencia del transporte urbano parece ser enriquecedora para la mirada etnográfica, precisamente por que aparece como paradoja de la cotidianidad, donde la dualidad del individuo y la relación social se manifiestan de manera inherente, como una forma de soledad moderna, que bien podría encerrar la experiencia de lo urbano y de circular por la ciudad (Delgado). Sin embargo, para definir si se trata de un hecho social total, Augé plantea la necesidad de distinguir entre la propuesta de Mauss y de L. Strauss para argumentar finalmente que esto no es posible. En este sentido Augé se refiere a la distinción entre dichos autore, no porque se trate de posturas opuestas sino porque tienen distinto alcance. Explica que para Mauss, este tipo de hechos son fenómenos que son a la vez religiosos, económicos, estéticos y morfológicos, (esto último en cuento incluyen el carácter permanente y formal de las vías de comunicación y el sistema de alianzas que garantizan paz y seguridad) (Augé 30 ) Pero este acercamiento se inscribe en la tradición francesa del siglo XX, según la cual lo concreto es completo, situación que nos acerca a una permite acercarnos a una perspectiva más estructuralista como la de L. Struss, donde la cultura aparece como gran matriz que determina el individuo y por tanto, explica tal relación entre lo concreto y la totalidad.

      Una perspectiva distinta, desde la cual se podría ahondar sobre la experiencia del metro, es la que propone Goffman, al proponer una desagregación de tipos de relaciones. Sin embargo considero que efectivamente es importante tener presente como se da la relación entre lo particular y lo general, como se institucionalizan las costumbres o se reglan las conductas, pero también como el individuo incide en ellas.

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    3. Desde mi experiencia concibo el transporte masivo como un medio que no sólo transporta humanos de un lado a otro, que individualiza o que desde su estructura proponga el distanciamiento, sino también que logra más allá de lo establecido transportar relaciones invisibles que se tejen en lo cotidiano, esas relaciones que pueden ser fugaces; con el vendedor, con la señora de al lado, con el niño que se va durmiendo porque sale del colegio pasado el mediodía, también se involucra la forma de percibir el afuera (paisaje) como una ráfaga. Me parece que las miradas se cruzan, sí, puede ser con miedo, con desconfianza, pero también depende de cómo se mira.

      Según Marc Auge a propósito de Mauss cuando se refiere a la subjetivación de la sociedad en tanto el hombre logra encontrar o hacer “conciencia de sí mismos” cuando se diferencia de entre sus semejantes, “ con reintroducir en el análisis la dimensión subjetiva individual para que la proposición significara que los hombres sólo cobran verdaderamente conciencia de sí mismos (conciencia individual de sí mismos como individuos) en el momento en el que toman conciencia de su situación frente a otros, es decir, de su situación social; en suma, que sólo cobran conciencia de sí mismos al cobrar conciencia de los otros, que no hay conciencia individual que no sea social, lo cual en rigor de verdad puede formularse al revés, puesto que una conciencia social no individualizada no sería más que una abstracción o un mito. (Auge 2009,32).
      Así entonces creo que el hecho social total se da de diferentes maneras en el intercambio con el otro, incluso en la indiferencia, en las prohibiciones, por donde se debe salir y entrar aprehendido también por la constancia.

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  2. En su texto, Goffman examina la reivindicación sobre el territorio. Goffman se centra en los territorios situacionales (que se reivindican temporalmente en un contexto) y egocéntricos (que se desplazan con el reivindicante). El territorio que se reivindica es una reserva, la cual puede o no ser espacial. Para visibilizar la reivindicación sobre una reserva, los reivindicadores hacen uso de signos. Este sistema se complejiza por el uso de posesiones personales o del cuerpo mismo. Estas reservas pueden ser el objeto de infracciones. Dichas infracciones pueden ser de diversos tipos, según se considere sus modalidades o las personas que participan.
    Goffman identifica de manera minuciosa todas las variables que entran en juego en aquel fenómeno:
    • Reservas reivindicadas como territorios: 1) el espacio personal, 2) el recinto, 3) el espacio de uso, 4) el turno, 5) el envoltorio, 6) el territorio de posesión, 7) la reserva de información, 8) la reserva de conversación.
    • Modalidades de infracción sobre la reivindicación de reservas: 1) colocación del cuerpo frente al territorio reivindicado, 2) uso del cuerpo para manchar el envoltorio del otro, 3) la penetración visual, 4) las interferencias de sonido, 5) la forma de dirigir la palabra, 6) los desechos corporales.
    • Ubicación de la infracción: 1) intromisiones (intrusión y/u obstrucción), 2) infracciones contra sí mismo (automaculación, rebajamiento, exhibición), 3) tratar de mantener distancia de personas a las cuales no tiene ese derecho.
    En los diversos casos analizados por Goffman, las acciones tienden a depender del contexto en el cual son realizadas, de los sujetos que las realizan, y de la intención de dichos sujetos al realizarlas. Lo que llama la atención es que esta complejidad proviene de acciones mundanas, inestables, sujetas a constante transformación. La pregunta que tengo, tomando en cuenta lo que señala Delgado (1999) en torno a la distinción entre la ciudad y lo urbano, es la siguiente: ¿la compleja tipología establecida por Goffman es intrínseca de las relaciones urbanas?, ¿qué implicaría que este tipo de relaciones urbanas no sean intrínsecas a la ciudad?

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    1. Goffman señala que sea cual sea la relación que tenía una persona con otra (sea anónima o personal) va a implicar a poseer algo en conjunto y en algunos casos, objetos materiales.

      Por ende, las relaciones urbanas son parte de esta reinvidicacion del territorio, en cada momento o cualquier espacio. La defensa del territorio y espacio es algo que está presente en la persona, justamente Goffman fomenta varios ejemplos de ello.

      Por lo que, el hecho de no tener la tipología inscrita en las metrópolis urbanas (reinvidicación temporal de territorios) estaríamos alejándonos del concepto que maneja: la convivencia entre extraños.

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    2. Ahora, si vamos a lo que plantea Delgado (1999) señala claramente que lo urbano y la ciudad son dos hechos relaciones pero distantes entre sí. Mientras la ciudad es una estructura de arquitectura, lo urbano trasciende el hecho del territorio. La urbanidad es el desarrollo de personas dentro de la estructura de la ciudad. Si unimos las tipologías de reinvidacion de territorio de Goffman, resulta que la convivencia entre extraños que existe en lo urbano originaría un creciente distanciamiento entre los mismo extraños, anulando poco a poco la sociabilziacion entre los habitantes de una ciudad justamente por la defensa (intimdiad) de territorio.

      Lo urbano se da por la sociabilidad de esta, si usamos a Goffman, el ego de territorio implicaría un mayor distanciamiento para darle tranquilidad al individuo. A mayor distanciamiento menor sociabilidad entre individuos, menor existencia de relaciones transitorios en lugares públicos (buses, plazas, cines, etc).

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    3. Las tipologías que presenta Goffman, y que estàn soportados con ejemplos, sin duda son muy propias del entorno urbano. Los territorios del Yo, que empiezan por el espacio personal, que puede variar o no segùn la densidad poblacional y el contexto donde se inscriban las relaciones urbanas, establecen una configuración que es mucho más pròxima a lo urbano que a lo rural, tanto como el hecho de limitar y usar los espacios en un bus, frente a muchos "otros" desconocidos, como la ocupación de un ascensor (más aún en el contexto ecuatoriano, donde el uso del ascensor es muy caracterìstico del entorno urbano: de la ciudad), o de un recinto. La reivindicaciòn de los territorios del Yo, que pueden ser fijo o situacionales, ya nos muestra una configuración que es inherente a las relaciones urbanas de anonimato. Dicho esto, quiero recordar un enunciado de Richard Senned, que decía: "las ciudades son lugares en los que aprender a vivir con extraños es algo que puede suceder directamente, corporalmente, físicamente, sobre el terreno. El tamaño, densidad y diversidad de las poblaciones urbanas hace posible, aunque no inevitable, ese contacto sensorial". Por lo tanto, la tipología de Goffman son intrìnsecas a las relaciones que se generan en la ciudad, más aùn cuando sabemos que la reivindicaciòn es"el derecho de poseer, utilizar o transferir el bien". Ejemplo: subámonos al Trole, en horas pico, y vamos a ver cómo nos disputamos el espacio y cómo se condicionan nuestras relaciones en función de la lo que tenemos en frente y detrás de la espalda.
      Saludos,

      Andrés Sefla

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  3. La vida pública o la vivencia de lo público como lo plantea Manuel Delgado (1999), derivan en “sociedades instantáneas, muchas veces microscópicas, que se producen entre desconocidos en relaciones transitorias y se construyen a partir de pautas dramatúrgicas o comediográficas”. La desconfianza y la necesidad de limitar la exposición ante extraños, ha generado que los seres del mundo público sean clandestinos o semiclandestinos (Delgado 1999,14). El mismo delgado plantea el espacio público como la alteridad generalizada, donde los individuos del mundo público complejizan las reglas de la vida urbana, en la tensión que se produce entre la vida pública y privada. Como se refiere Augé en el caso del metro para quienes lo utilizan todos los días “la colectividad sin el festejo y la soledad sin el aislamiento” (Augé 1998, 26), siguiendo al autor con su concepto de soledades, unas soledades colectivas, donde el cercanía es también alejamiento. Teniendo en cuenta lo anterior podríamos plantear la siguiente pregunta, ¿la conformación histórica de las metrópolis en el sentido de modernidad y modernización ha generado que la vivencia de lo público y las tensiones de estos escenarios urbanos se deriven en la relación con los otros, con los extraños, acrecentando el distanciamiento?

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    1. Teniendo en cuenta el texto de Delgado, diría que al hablar de urbanidad se tiene implícito el distanciamiento, sin embargo, éste es más una especie de "juego" en la dicotomía de lo público y lo privado, el individio esconde y se disfraza porque conoce el "contrato social", el distanciamiento hace parte de las reglas del juego, hace parte de la urbanidad misma.

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  4. A pesar de que Manuel Delgado (1999) nos plantea un espacio público en el cual los protagonistas “son personajes sin nombre, seres desconocidos o apenas conocidos”; también nos muestra como las condiciones en las cuales se desenvuelven las relaciones sociales, y los actores que en ellas confluyen: los practicantes de lo urbano, son casi desapercibidas ya que “gran parte de la actividad en los espacios por los que se desplazan consiste en ocultar o apenas insinuar quiénes son, de dónde vienen, adónde se dirigen a qué se dedican, cuál es su ocupación o sus orígenes o qué pretenden” (Delgado 1999,13). Esto ha generado que el espacio público sean los lugares de la alteridad generalizada y los que confluyen en este espacio de sociabilidad humana están conscientes de esta alteridad que lo ven como un juego en el cual el conjunto de reglas son variables, que se pueden sustituir o dejar de jugar simplemente. Dotándole de una maniobrabilidad a todos los actores que se colocan en este escenario; y a pesar de que carecen de “autenticidad” esta capacidad de no ser nada les da una cierta posibilidad activada de convertirse en cualquier cosa. Con esto las personas en el espacio público estarían en una actitud de ver y dejarse ver, por lo cual no sería del todo cierto su pretendido anonimato.
    A partir de esto me permito plantear la siguiente pregunta: ¿si el espacio público es el lugar del anonimato por excelencia, porque los actores que confluyen en él no solamente lo transitan sino que lo perciben como un espacio por excelencia para reafirma su individualidad frente a los otros?

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    1. Goffman explica que el espacio público es un espacio para la reivindicación de un bien durante diferentes periodos de tiempo y un elemento crucial de aquellos es la territorialidad.

      Como individuos proyectamos nuestra territorialidad, desde nuestro propio cuerpo, posesiones y hasta el lugar que ocupamos.

      Al definir su espacio y reivindicarlo; la persona genera individualidad ya que marca una distancia entro lo que le es suyo y del resto, lo que permite y prohibe, lo que hace y lo que no puede hacer frente al resto de individuos y sus propias reivindicaciones.

      Lo contrario sería lo comunal o colectivo, en cuyos casos, también pueden ser reivindicados temporalmente según el contexto de uso.

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    2. Para responder la pregunta puede ser útil el recurso que usa Delgado al usar al “Hombre invisible” como metáfora del “hombre público” (aparentemente no hay personas con un género diferente al masculino en el análisis de Delgado). El hombre invisible hace patente su invisibilidad usando ropa, reclama el reconocimiento de su invisibilidad para “continuar siendo un sujeto” (17). Es el reconocimiento de los otrxs lo que provee la continuidad de su existencia .

      Delgado retoma estas ideas de George Mead aunque no las explicita. De hecho el título del prólogo Otro generalizado es una categoría con la que Mead reconoce el lugar de lo social en la construcción de la identidad individual, es similar al Otro lacaniano -así con la primera en mayúscula-. El salto que da Delgado del otro generalizado a la alteridad generalizada, cuando argumenta que “lo que hacen los protagonistas de las relaciones urbanas es jugar” (14), es poco riguroso y da lugar a malas interpretaciones.

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    3. También me parece pertinente hacer explícitos los aportes de Mead en la reflexión de Delgado y a propósito de cómo en el espacio público, son otros anónimos los que se convierten en otros significativos para la afirmación del self.

      En la propuesta del desarrollo del self de Mead, aparecen las categorías del ‘yo’ y el ‘mi’ como dos fases distintas del self, en ellas se condensa la permanente tensión entre lo social y lo individual. El ‘mi’ corresponde al grupo de actitudes organizadas de los otros individuales y del ‘otro generalizado’. El ‘yo’, “es la reacción del individuo a la actitud de la comunidad, tal como esta actitud aparece en su propia consciencia”. En otras palabras, el ‘yo’ es la reacción al ‘mi’, mientras el ‘mi’ establece los límites para la acción del ‘yo’. Lo convencional, lo habitual, lo que se ha instituido en la sociedad para que permanezca, se condensa en el self del individuo a través del ‘mi’. Por el contrario, pero en un sentido complementario, es en el ‘yo’ en el que aparece la novedad, el cambio, la transformación. Es en la reacción indeterminada del ‘yo’ que aparece “la expresión del individuo mismo” (Mead. Espíritu, persona y sociedad. 1953, 204).

      Desde esta visión se podría entender por qué aún en el anonimato, para la existencia de cada persona es necesaria la mirada, el reconocimiento, la afirmación de otrxs, aunque sean extraños. También, a propósito del texto de Goffman, se puede argumentar cómo cada interacción, cada reivindicación implica un reconocimiento del otro y del self.

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    4. Creo que esa afirmación de la individualidad se da porque al concebir el espacio público como peligroso, el individuo intenta resguardarse en sus "territorios del yo", y al hacer esta reivindicación de lo que considera su espacio, afirma su individualidad y la supuesta sacralidad y esencialidad que hay en ella.

      Al hablar de "alteridad generalizada" en parte se está haciendo referencia a esa afirmación de la individualidad frente a los otros, un reconocimiento del otro en la medida en que el “yo” también es “otro”. En un espacio urbano en que todos somos un “otro” es necesario reafirmar y cercar el espacio íntimo, afirmar el "yo" ante la homogeneidad que amenaza.

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    5. Porque la ciudad genera un tipo sujeto concreto según el contexto social único de la urbe que lo acoge. Y, aunque Delgado hace referencia a la identidad líquida del transeúnte (un ser en tránsito, en “trance”) como un ente anónimo que gusta de la libertad de su anonimato, también hace referencia a la frontera existente entre lo público y privado (Delgado:12), aunque él se refiera a ambas esferas como “divorciadas” no podemos considerarlas así, ya que detrás de la máscara del transeúnte (Delgado:16) se encuentra el verdadero yo, el que conjuga ideas y encuentra en sus pares citadinos entes entre quienes reflejarlas, anexándose a sectas, grupos sociales o partidos de diversa índole. Y esta individualidad se transforma en comunidad. Es algo que vemos palpable en lo que acontece el día de hoy en las calles de Quito, donde el ciudadano anónimo se empuja a sí mismo fuera de su anonimato, reconociendo las caras de sus pares que hacen lo mismo, para luchar por objetivos que consideran no solo comunes y acordes con su pensamiento privado, sino necesarios para el mejoramiento de la sociedad en la que todos viven y de la que todos se sienten responsables llegado un punto de quiebre que obliga a dejar su actitud “blasé”.

      Y aunque su actitud, en palabras de Augé, sea la de una persona rodeada por enemigos y constantemente a la defensiva (Augé:26), el autor reconoce que no podría hacer este tipo de observaciones si “no me sintiera próximo a quienes mis esfuerzos toman por objeto si no fuera accesible a sus razones y permeable a sus humores, hasta el punto de sentir a veces, al término de las preguntas que m formulo sobre ellos, una especie de duda sobre la naturaleza exacta de lo que nos separa” (Augé:39). Y este es el parecer del transeúnte. De naturaleza comunitaria, el ser humano se refleja en sus pares y busca momentos y espacios luminosos, aunque no frecuentes, de comunión: en la lucha, en la carestía, en la solidaridad, en la angustia.

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  5. Delgado problematiza la labor del antropólogo urbano, quien debe ser una especie de “cazador furtivo” ante una urbanidad que está caracterizada por su constante movilidad, inmediatez, y su carácter efímero. Ante esta dinámica, Delgado plantea que el antropólogo urbano debe “dotarse de técnicas con que registrar lo que muchas veces sólo se deja adivinar”.

    Por su parte Goffman, plantea que el individuo decide lo que reivindica y es en esta “voluntad personal” donde los “acontecimientos territoriales” se cargan de significado, de esta forma el individuo decide cuales son las reservar que reivindica y al mismo tiempo decide cuales infracciones comete.

    ¿Qué papel juega la cinematografía en la etnografía urbana que propone Delgado? ¿Puede la cinematografía captar el significado de los acontecimientos de los que nos habla Goffman?

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    1. El trabajo del etnógrafo —los antropólogos (antropólogos urbanos o urbanistas) que analizan el ordenamiento— optado a estudiar “rarezas” ha encontrado en lo urbano lo remoto de la sociedad; estas configuraciones sociales estructuradas en interrelaciones efímeras entre los seres humanos, que a través de la aplicación de instrumentos y estrategias adaptadas al estudio de sociedades modernas urbanizadas, buscan otorgar conocimiento en tiempo y espacio real —lo llamado antropología fílmica a la carácter radical de observación directa— logra plasmar acciones y actividades físicas y concretas que realiza el ser humano en su vida cotidiana, renovando el modelo de registro en relación al movimiento del cuerpo humano, para el estudio en el comportamiento y en su lenguaje corporal, ya que a diferencia de la escritura que suele fijarse en lo “esencial”, “nunca podrán obtenerse imágenes en movimiento que recuerden, evoquen, representen o sustituyan categorías abstractas parecidas a las que las ciencias sociales suelen manipular en su literatura” (Delgado, 1999, 69) para luego llevarlas a la interpretación.

      Las características intrínsecas de Goffman relacionadas en el espacio público permite en el momento mismo su reivindicación, son posibles de ser captadas al instante por el lente, pero de forma aparente, pues la distancia existente de cada individuo —con el otro— y la defensa territorial preexiste en cada paso.

      Me pregunto, nuestro número de identificación reivindica los derechos de un poder legislativo superior a uno mismo…

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    2. Goffman (1979), Delgado (1999) y Augé (1998) prestan particular atención al contacto visual. Si bien Goffman, considera que la mirada directa no constituye una invasión necesariamente, la dirección de la mirada sí se presenta como restricción en ciertas territorialidades en Goffman, así como atención a las acciones corpóreas en interacción social que, además serían objeto del registro y proyección cinematográfica, (Delgado) mientras que para Augé, la dirección de la mirada posibilitaría, solo en el encuentro de otra, o de verse en ella a sí, la alteridad. El autor dirá que “(…) no hay conciencia individual que no sea social, (…)” (1998, 32). En ese horizonte, y tal como lo plantea Delgado, el cinematógrafo (en tanto que proyector) permite “(…) observar todo lo desapercibido de la realidad, todo lo que, estando ahí, se le ocultaba al ojo humano.” (1999, 59) Sin embargo, hay que precisar que no se lo debe entender tan solo como artefacto potenciador de la vista. Pues el lente de la cámara enfoca y, esta mirada artificial, en apariencia, inexistente, puede captar acciones corpóreas y miradas furtivas que se modularían en sus interacciones sociales ante el ojo humano. Por ello, el cine no captaría significados, los asignaría ya que, Delgado en diálogo con Goffman encuentra que las relaciones transitorias producidas entre desconocidos en lo público siguen una base teatral debido a que son irrepetibles. Los protagonistas de la vida pública protegen su intimidad debido a un sentimiento de vulnerabilidad. En ese sentido, intentan preservar su ‘autenticidad’. Continuando con la relación entre los dos autores, ambos encuentran que los protagonistas de las relaciones urbanas están atravesadas por el juego de la urbanidad donde toman un papel espontáneo. De allí que Delgado señale a la noción de otro generalizado propuesto por G. H. Mead “…es decir esa abstracción que le permite a cada sujeto ponerse en el lugar de los demás al mismo tiempo que se distancia, se pone a sí mismo en la perspectiva de todos esos demás.” (1999, 14) Para Augé, este otro generalizado no se podría entender sino, desde la alteridad la misma que permite considerar "(...) algo de otro en uno mismo y la parte de uno mismo que hay en el otro (...)" (1998, 32) al mirarlo en el cine.

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  6. En su texto Manuel Delgado, nos presenta, al parecer, la esencia más líquida que podemos estudiar, la sociedad dispersa que se hace y deshace dentro de la Antropología urbana.
    Que se asemeja a un juego convenido por los individuos que interactúan con otros jugadores; se puede encontrar ejemplos de dicha interacción que al igual que un performance presentado(un arte del instante), cambia el espacio, el ejecutor, lo ejecutado y se convierte en una experiencia transitoria y mutable como recorrer visualmente un paisaje sentados desde el interior de un tren en movimiento.

    Los parajes más exóticos que podríamos encontrar son los que compartimos con los otros en comunidad, pero en la brevedad de la interacción, casi como si nuestras sombras, proyectada desde nuestra comunión, conformasen un espacio sagrado en el cual, y con la complicidad del otro, levantásemos sociedades instantáneas, sociedades que al igual que una noticia publicada en twitter se desvanecerá a la brevedad de que se haga presente otra.

    Nosotros, individuos dispuestos a tener otra interacción en cuanto la anterior termine. Quizás es algo complejo de entender hasta que, como señala el autor, se entra al juego. Un juego en el cual, por medio del movimiento y las acciones lúdicas, te sumerges dentro de un espacio sagrado, quizás donde se desarrollen las acciones urbanas. Como en todo juego, estamos conscientes, de las reglas; de los tiempos, del espacio en donde se juega. Pero dentro de esas mismas instancias, el que no es partícipe queda extrañado de toda interacción social, al igual que una estatua presenciando un atardecer.

    La antropología de lo urbano pretende observar dicho atardecer en la marcha, pero quizás corra el riesgo de verse envuelto de toda esa mutación que lo invita a no quedarse quieto y encontrar herramientas para registrar las ráfagas de dichos movimientos, cambios, que como una mancha en la pared; muestra y esconde un reflejo de nosotros mismos.
    ¿Qué medio, qué herramientas el antropólogo de lo urbano puede tomar para percatarse de dichos flashes sociales, que desaparecen al unísono en que aparecen?
    Por qué señala el autor que lo que implica la Urbanidad es la movilidad?

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  7. La delimitación del objeto de estudio de la antropología urbana lleva a Delgado a hablar acerca de una antropología de lo urbano, dado que la urbanidad es un proceso que puede darse en las ciudades sin embargo no es exclusivo de ellas. Además la urbanidad es algo que está sucediendo y que la antropología puede captar como instante inédito, algo que está estructurandose (12).
    Estos hechos son vivenciados desde la dicotomía público/privado, donde lo público es el espacio del anonimato, la frialdad, lo efímero, lo inmoral. El juego y la improvisación son característicos, puesto que la diversidad de situaciones y personajes con los que se encuentra el “urbanita” obliga a no detenerse en un solo personaje sino diversificarse a sí mismo. Esta “alteridad generalizada” complejiza aún más las relaciones establecidas. Esta vida pública caracterizada por el anonimato y la improvisación presenta individuos que se muestran públicamente pero que a su vez no pueden ser vistos. En este sentido, en el capítulo sobre la Antropología Fílmica, Delgado sostiene que en el cine conviven cosas contrarias tales como la superficialidad, aquello observado a primera vista, pero también las insinuaciones, lo oculto. Esta sensibilidad constituyen según él el “principio perceptivo y cognitivo que organiza en torno a sí cualquier sociedad urbana” (66).
    Continuando con esta idea Marc Augé comenta que el etnólogo, la persona que observa atentamente, debe ver la “individualidad como recapitulación por sí misma del todo social” y aplicar a cada una “‘el proceso ilimitado de objetivación del sujeto’” (levi-strauss). Es decir, toca relacionarse y pensar sobre las superficialidades de los estereotipos a través de las cuales se establecen las relaciones entre los usuarios del metro (como espacio público donde algunas personas deciden sumirse en su intimidad).
    Completando el cuadro acerca del espacio público como eje estructurador de lo urbano Goffman plantea términos etológicos para poder pensar la territorialidad y la interacción directa en espacios públicos. Estas territorialidades del yo, sus reservas y señales, de las cuales ya han comentado otrxs compañerxs, conforman para Goffman las “bases de un idioma ritual”. Esto acarrea la voluntad y autodeterminación de los agentes. Por tanto según Goffman, es posible pensar el espacio público como interacción, puesta en práctica e infracción de normativas (en un sentido Durkhemiano), como también en un sentido simbólico posible de ser interpretado en su polisemia.

    Entiendo de este conjunto de autores que ser invisible y ser visible son caras de una misma moneda urbana. La posibilidad de hacer respetar, reivindicar, nuestros espacios percibidos como propios, permiten el balanceo constante entre el anonimato y la autodeterminación. Voluntad de desaparecer pero también de mantener mis privilegios de existir.

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  9. La antropología urbana, según Delgado, mira la vida cotidiana del aquí y del ahora. La ciudad para él, es un gran asentamiento de construcciones y la urbanidad, por otro lado, es el tipo de sociedad que puede darse en la ciudad. El rol del antropólogo urbano es indagar, estudiar y mostrar lo insensato, lo agitado, lo extraño, las incongruencias, los equilibrios y desequilibrios que se dan en aquella sociedad. En este sentido, el cine comparte problemáticas con el área de la antropología, pues ambas disciplinas tienen como fin mostrar lo invisible al ojo de un ciudadano común que experimenta la vida urbana.

    Tanto la antropología, como el cine exploran la naturaleza de la experiencia urbana basada en interacciones que se dan entre desconocidos y que, ocurren, de acuerdo a Goffman, alrededor de la idea de territorialidad. En este contexto de coexistencia, existe un reivindicador, que según la forma tradicional de concebir la amenaza, se enfrenta constantemente a un infractor en potencia, por lo que hace uso de ciertas señales que le permiten al individuo indicar que el límite de su reinvindicación.

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